Día 9 de febrero de 2017. He vuelto a la facultad de biología de la Universidad Autónoma de Madrid en la que hace muchísimos años hice la selectividad. Bueno, no tantos.
He vuelto invitada por unas maravillosas y jóvenes mujeres activistas feministas de MalaYerba: Laura, Angie, y Alicia.
La ponencia versa sobre bisexualidad. ¿Cuál es mi sorpresa? Ver que el aula se llena de decenas y decenas de personitas jóvenes, chicos, chicas, personas no binarias que han aprovechado su descanso de la comida para venir o que incluso se han desplazado de otras facultades. Algunos vienen con sus tuppers, otros a medio comer. Y no sólo eso sino que, cuando les propongo hacer un descanso, prefieren seguir.
Sus ojos transmiten emoción y sabiduría. Y creedme si os digo que nosotras no estábamos tan preparadas. Nosotras no éramos ni la mitad de lo que son ellos-as. Saben, buscan, leen, se enfadan, se alegran, y, sobre todo, lanzan preguntas y entablan discusión. Y qué decir de la educación y la exquisita atención. Me encantaría ver a gente mayor que yo con su educación. Con una sabiduría y una ternura infinitas.
Si bien es cierto que en cuanto a
sexualidad y derechos humanos son más libres, podrían quedarse en una esquina y no hacer nada; podrían vivir de la renta. Pero no, están aquí cuestionándose, luchando y preguntándose, atentos y atentas a mí y mis necesidades, cuando los protagonistas son ellos.
Me siento muy afortunada de haber compartido tanta generosidad. Espero haber aportado algo a esas cabecitas que ya saben tanto, a esos corazones que sienten tanto y se preguntan dónde cabe eso que sienten.
No sólo diría que hay esperanza para el futuro, si no que ellos y ellas son el futuro y son la esperanza. Y yo me siento un poco de ellos. Y yo sí quiero estar en ese futuro.
Gracias a:
